En enero 22 1932 ocurrió el mayor levantamiento indígena-campesino registrado en la historia reciente del país. Alrededor de la temática mucho se ha dicho, pero poco ha interesado. En nuestros espacios públicos de fomento de la cultura como el Museo Nacional de Antropología poco se dice del tema y lo que se dice no ahonda en las causas ni repercusiones. Actualmente lo que más peso ha tenido, es la perspectiva politizada del tema: Una visión de izquierda y una de derecha, coincidiendo ambas en una causa comunista.
Para Héctor Pérez Brignoli, Thomas Anderson ha hecho el estudio mas completo y detallado de los sucesos, hace una reconstrucción descriptiva de los diversos incidentes de los alzamientos. También Segundo Montes hace un trabajo interesante ya que analiza la rebelión a través de un estudio antropológico de la zona indígena referido a la institución del compadrazgo. Siempre en la misma línea, Dagoberto Marroquín estudia el fenómeno en el contexto de la crisis y depresión de los años 30. Y Everett Wilson analiza en detalle el malestar social que precede la rebelión.
Una vista historiográfica de los sucesos
En primer lugar cabe resaltar que el movimiento insurreccional se limitó casi exclusivamente a la región entre San Salvador, Ahuachapán y Sonsonate (Pérez Brignoli:20). Héctor Pérez Brignoli -quien ha trabajado a profundidad los sucesos del 1932 – hace dos observaciones importante alrededor de los sucesos: 1- Fue precedida por un periodo relativamente largo de agitación política que incluyo una campaña presidencial, un golpe de estado el 2 de diciembre de 1931 y elecciones municipales en las primeras semanas de enero de 1932, y 2- La insurrección se desenvolvió de una forma muy parecida a la de una rebelión indígena clásica. (Pérez: 39). Ambas observaciones han sido muy importantes en las consecuentes tesis que se han elaborado alrededor del tema.
Han existido diferentes versiones y se han atribuido diferentes causalidades al levantamiento de 1932, los primeros estudios y los legos – en su mayoría- han adoptado la causalidad comunista como respaldo en parte a su agenda política y en parte porque la evidencia que tenían a mano era limitada en extremo y respaldaba esa línea de argumentación. Con pocas excepciones, el enfoque de la causalidad comunista ha prevalecido en las interpretaciones más aceptadas de la insurrección (Ching:38). En El Salvador hasta la fecha la rebelión campesina de 1932 ha tenido más importancia dentro del marco político, coincidiendo ambas partes en la causalidad comunista; ambos partidos se benefician cuando presentan sus argumentos; por un lado la izquierda fortalece su imagen de vanguardia histórica de las masas, y la derecha se presenta como el defensor histórico de un país que rechazó la arremetida comunista (Ching: 36).
Sin embargo - en palabras de los mismos dirigentes del Partido Comunista Salvadoreño PCS- el partido tuvo un papel más modesto en los acontecimientos del 1932 que el que se le ha atribuido (Ching: 39). Erick Ching sugiere –en su libro “Las masas, la matanza y el martinato en El Salvador”- que el PCS fue un actor de segunda importancia en los sucesos porque tenía poca capacidad organizativa en la región occidental (Ching: 40). Para Ching cualquier argumento que se incline por la causalidad comunistas debe considerar que tiene que abordar ciertas preguntas claves, por ejemplo: ¿Cuándo, cómo y bajo qué condiciones pudo el PCS/o el SRI (Socorro Rojo Internacional) cerrar la brecha que separaba el campo de la ciudad, a los ladinos de los indígenas, y a los proletarios de los pequeños propietarios?, ¿Fueron capaces de lograr esto en el corto plazo de seis meses, después que resolvieron sus propios problemas internos y comenzaron a orientan sus esfuerzos hacia la organización? (Ching: 69). Para él la causal comunista deja muchos vacíos que comprobar, en parte porque existía una contradicción entre su ideología y la realidad social de las zonas rurales (Ching: 92). El PCS tenía menos de dos años de existencia y para llegar a organizar un suceso de la magnitud del 32, debían tener una gran capacidad organizativa la cual no existía ni dentro del mismo partido, además existía una contradicción fuerte entre indios y ladinos, y la mayor parte de los que integraban el partido comunista eran campesinos ladinos, por lo que los indios desconfiarían de sus buenas intenciones.
Si bien Ching desacredita la participación del PCS como el motor de la insurrección, dice que sí se acepta la tesis de la ausencia del papel directo del comunismo, entonces se enfrentan profundas lagunas en las fuentes históricas en torno a quiénes eran los rebeldes, cómo se organizaron y qué buscaban a través de la insurrección armada (Ching: 81).
Por otra parte nuevas fuentes han surgido, y la evidencia de la causal de una contradicción étnica se hace más fuerte. La evidencia revela que la comunidad indígena de Nahuizalco –uno de los pueblos donde se da levantamiento de campesinos- tenía una larga historia de organización autónoma y que competía con los ladinos por el control del gobierno municipal. Resulta interesante descubrir como lo señala Ching que la rebelión estalló justo cuando este conflicto persistente alcanzó un punto álgido (Ching: 82). En Nahuizalco los indígenas tenían un largo historial de movilización política autónoma, la rebelión estalló en un entorno de crecientes conflictos políticos con un trasfondo étnico muy claro (Ching: 40). Nahuizalco fue uno de los pocos lugares donde los indígenas compitieron de manera directa con los ladinos por el control del gobierno local (Ching: 83). En las elecciones municipales que se realizaron en enero de 1932 los ladinos se tomaron el control del sitio de votación, permitieron que entraran los indios pero asentaron sus votos a favor de su candidato ladino, los indígenas exigieron la anulación, mandaron tres cartas denunciando la situación y pidiendo a las autoridades una resolución, en la última advertían habrían grandes consecuencias de no haber respuesta. No se recibe respuesta y el 22 de enero Nahuizalco fue tomado por campesinos armados (Ching: 90-91).
A pesar que la evidencia de Nahuizalco es incompleta, es muy sugerente. Revela una larga historia de conflicto político intenso entre indígenas y ladinos que culminó en enero de 1932 (Ching: 91). Como lo explica Erik Ching, la impaciencia indudable de los indígenas ante su última solicitud de anulación confirma la rapidez con que se estaba desenvolviendo los acontecimientos. Esta evidencia, combinada con los conocimientos previos de la contracción económica y la reducción de salarios producto de la gran depresión, ofrece explicaciones convincentes tanto de las causas inmediatas como las de largo plazo de la rebelión (Ching: 91). Para Ching un extraño que se propusiera establecer vínculos con la comunidad indígena de Nahuizalco, necesitaría un conocimiento detallado y matizado de la estructura y funcionamiento de la sociedad indígena, así como de su historia de actividad política, que fue lo que precisamente le faltaba a la FRTS (Federación Regional de Trabajadores de El Salvador), PCS y SRI (Ching: 91).
A través de lo que se ha escrito de los sucesos del 32` se ha tratado de identificar a un líder de la rebelión, los análisis se han centrado en un individuo o en alguna organización como el PCS o el SRI para asignarle el papel de provocador de la rebelión; sin embargo los nuevos estudios alrededor de la temática revelan que el levantamiento no fue una sola rebelión inspirada desde un centro y dirigida por una sola persona, sino “un conjunto de rebeliones separadas y débilmente vinculadas” (Ching: 92) “…la rebelión parece haber sido un conglomerado de levantamientos de comunidades discretas, quizás en contacto entre sí, que atacaron las instancias del poder local...” (Ching: 77)
Bibliografía
Para Héctor Pérez Brignoli, Thomas Anderson ha hecho el estudio mas completo y detallado de los sucesos, hace una reconstrucción descriptiva de los diversos incidentes de los alzamientos. También Segundo Montes hace un trabajo interesante ya que analiza la rebelión a través de un estudio antropológico de la zona indígena referido a la institución del compadrazgo. Siempre en la misma línea, Dagoberto Marroquín estudia el fenómeno en el contexto de la crisis y depresión de los años 30. Y Everett Wilson analiza en detalle el malestar social que precede la rebelión.
Una vista historiográfica de los sucesos
En primer lugar cabe resaltar que el movimiento insurreccional se limitó casi exclusivamente a la región entre San Salvador, Ahuachapán y Sonsonate (Pérez Brignoli:20). Héctor Pérez Brignoli -quien ha trabajado a profundidad los sucesos del 1932 – hace dos observaciones importante alrededor de los sucesos: 1- Fue precedida por un periodo relativamente largo de agitación política que incluyo una campaña presidencial, un golpe de estado el 2 de diciembre de 1931 y elecciones municipales en las primeras semanas de enero de 1932, y 2- La insurrección se desenvolvió de una forma muy parecida a la de una rebelión indígena clásica. (Pérez: 39). Ambas observaciones han sido muy importantes en las consecuentes tesis que se han elaborado alrededor del tema.
Han existido diferentes versiones y se han atribuido diferentes causalidades al levantamiento de 1932, los primeros estudios y los legos – en su mayoría- han adoptado la causalidad comunista como respaldo en parte a su agenda política y en parte porque la evidencia que tenían a mano era limitada en extremo y respaldaba esa línea de argumentación. Con pocas excepciones, el enfoque de la causalidad comunista ha prevalecido en las interpretaciones más aceptadas de la insurrección (Ching:38). En El Salvador hasta la fecha la rebelión campesina de 1932 ha tenido más importancia dentro del marco político, coincidiendo ambas partes en la causalidad comunista; ambos partidos se benefician cuando presentan sus argumentos; por un lado la izquierda fortalece su imagen de vanguardia histórica de las masas, y la derecha se presenta como el defensor histórico de un país que rechazó la arremetida comunista (Ching: 36).
Sin embargo - en palabras de los mismos dirigentes del Partido Comunista Salvadoreño PCS- el partido tuvo un papel más modesto en los acontecimientos del 1932 que el que se le ha atribuido (Ching: 39). Erick Ching sugiere –en su libro “Las masas, la matanza y el martinato en El Salvador”- que el PCS fue un actor de segunda importancia en los sucesos porque tenía poca capacidad organizativa en la región occidental (Ching: 40). Para Ching cualquier argumento que se incline por la causalidad comunistas debe considerar que tiene que abordar ciertas preguntas claves, por ejemplo: ¿Cuándo, cómo y bajo qué condiciones pudo el PCS/o el SRI (Socorro Rojo Internacional) cerrar la brecha que separaba el campo de la ciudad, a los ladinos de los indígenas, y a los proletarios de los pequeños propietarios?, ¿Fueron capaces de lograr esto en el corto plazo de seis meses, después que resolvieron sus propios problemas internos y comenzaron a orientan sus esfuerzos hacia la organización? (Ching: 69). Para él la causal comunista deja muchos vacíos que comprobar, en parte porque existía una contradicción entre su ideología y la realidad social de las zonas rurales (Ching: 92). El PCS tenía menos de dos años de existencia y para llegar a organizar un suceso de la magnitud del 32, debían tener una gran capacidad organizativa la cual no existía ni dentro del mismo partido, además existía una contradicción fuerte entre indios y ladinos, y la mayor parte de los que integraban el partido comunista eran campesinos ladinos, por lo que los indios desconfiarían de sus buenas intenciones.
Si bien Ching desacredita la participación del PCS como el motor de la insurrección, dice que sí se acepta la tesis de la ausencia del papel directo del comunismo, entonces se enfrentan profundas lagunas en las fuentes históricas en torno a quiénes eran los rebeldes, cómo se organizaron y qué buscaban a través de la insurrección armada (Ching: 81).
Por otra parte nuevas fuentes han surgido, y la evidencia de la causal de una contradicción étnica se hace más fuerte. La evidencia revela que la comunidad indígena de Nahuizalco –uno de los pueblos donde se da levantamiento de campesinos- tenía una larga historia de organización autónoma y que competía con los ladinos por el control del gobierno municipal. Resulta interesante descubrir como lo señala Ching que la rebelión estalló justo cuando este conflicto persistente alcanzó un punto álgido (Ching: 82). En Nahuizalco los indígenas tenían un largo historial de movilización política autónoma, la rebelión estalló en un entorno de crecientes conflictos políticos con un trasfondo étnico muy claro (Ching: 40). Nahuizalco fue uno de los pocos lugares donde los indígenas compitieron de manera directa con los ladinos por el control del gobierno local (Ching: 83). En las elecciones municipales que se realizaron en enero de 1932 los ladinos se tomaron el control del sitio de votación, permitieron que entraran los indios pero asentaron sus votos a favor de su candidato ladino, los indígenas exigieron la anulación, mandaron tres cartas denunciando la situación y pidiendo a las autoridades una resolución, en la última advertían habrían grandes consecuencias de no haber respuesta. No se recibe respuesta y el 22 de enero Nahuizalco fue tomado por campesinos armados (Ching: 90-91).
A pesar que la evidencia de Nahuizalco es incompleta, es muy sugerente. Revela una larga historia de conflicto político intenso entre indígenas y ladinos que culminó en enero de 1932 (Ching: 91). Como lo explica Erik Ching, la impaciencia indudable de los indígenas ante su última solicitud de anulación confirma la rapidez con que se estaba desenvolviendo los acontecimientos. Esta evidencia, combinada con los conocimientos previos de la contracción económica y la reducción de salarios producto de la gran depresión, ofrece explicaciones convincentes tanto de las causas inmediatas como las de largo plazo de la rebelión (Ching: 91). Para Ching un extraño que se propusiera establecer vínculos con la comunidad indígena de Nahuizalco, necesitaría un conocimiento detallado y matizado de la estructura y funcionamiento de la sociedad indígena, así como de su historia de actividad política, que fue lo que precisamente le faltaba a la FRTS (Federación Regional de Trabajadores de El Salvador), PCS y SRI (Ching: 91).
A través de lo que se ha escrito de los sucesos del 32` se ha tratado de identificar a un líder de la rebelión, los análisis se han centrado en un individuo o en alguna organización como el PCS o el SRI para asignarle el papel de provocador de la rebelión; sin embargo los nuevos estudios alrededor de la temática revelan que el levantamiento no fue una sola rebelión inspirada desde un centro y dirigida por una sola persona, sino “un conjunto de rebeliones separadas y débilmente vinculadas” (Ching: 92) “…la rebelión parece haber sido un conglomerado de levantamientos de comunidades discretas, quizás en contacto entre sí, que atacaron las instancias del poder local...” (Ching: 77)
Bibliografía
Candelario,Sheila“Patología de una insurrección: la prensa y la matanza de 1932”
Ching, Erik “Las masas, la matanza y el martinato en El Salvador”
Pérez Brignoli, Héctor “La rebelión campesina de 1932 en El Salvador”
Autores: Armando Torres+Magaly Hernández+Debora Ester
*Este fragmento forma parte de un ensayo académico más amplio.
3 comentarios:
muuuy interesante, gracias por compartirlo
no conocia el libro de Pérez Brignoli... lo buscaré luego. Saludos
Un saludo Manuel, si te sirve se acaba de publicar el jueves en el MUNA otro libro que se llama "Recordando una masacre
1932" publicado por FLACSO :)
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